Últimamente está de moda ser apostata, es decir, renunciar de forma pública a un fe independientemente de cual sea nuestra creencia religiosa (también se puede ser apostata de un partido político, opinión o doctrina, tal y como viene especificado en la Wikipedia. De echo, existe una web, www.apostasia.es, que nos da información acerca de que es la apostasía y como proceder para convertirse en un de ellos.
Por desgracia, fui bautizado y comulgué en la fe de la Iglesia Católica, algo de lo que no estoy nada orgulloso, en mi defensa diré que todo ello ocurrió en un periodo de tiempo en la que no se me dio la posibilidad de elegir. Por suerte, tan pronto como empecé a tener uso de razón, a algunos les costará creerlo; me di cuenta de que la religión ha sido y es una de las mayores (sino la más) desgracias y lacras que ha tenido la humanidad. No hay más que mirar en el tiempo para darse cuenta de que muchas de las guerras que durante años (incluso hoy en día se siguen dando) han sacudido a la indefensa población en diferentes partes del planeta, han sido originadas, de forma directa o indirecta, por cuestiones religiosas. Por no hablar de las autenticas barbaridades que en su nombre se han cometido y se cometen. Por ello, decidí que no tenía sentido ni quería formar parte de esa inmensa parte de la población que de forma directa o indirecta apoya «la causa», más no por ello voy a convertirme en apostata.
Y no, nos os confundáis: no estoy faltando el respeto a nadie, como algunos intentan hacerme ver. Para que algo o alguien se merezca mi respeto, debe ganárselo o demostrármelo y todo lo relacionado con las religiones desde luego que no me lo han demostrado.
Pero no nos desviemos, ya que yo he venido a hablar de la apostasía y la tremenda estupidez que me parece ejercerla. Algunos ya estarán listos para saltar a mi cuello, así que vamos a intentar suavizar el tema e intentar el porqué. Antes de nada, habría que hacer dos grupos: por un lado estarían los que desean apostatar para profesar otra religión, lo que se conoce como «conversión al…»; y por el otro estarían aquellas personas que desean ejercer la apostasía, por el simple echo de no considerarse «creyentes». Dentro de este grupo habría dos subgrupos: por un lado estarían aquellos que de manera voluntaria pasaron a formar parte de y por el otro, aquellas que no lo hicieron de forma voluntaria: niños bautizados debido a que sus padres si profesan la religión, personas que por obligación (incluso bajo amenaza de muerte) deben pertenecer,…
Bien, ahora que ya tenemos los grupos, daré el motivo por el cual ejercer la apostasía me parece una estupidez. En el primero de los casos está claro: en mi mente no cabe la opción de abandonar un fe para convertirse a otra. En el segundo de los casos, también está claro: tampoco pasa por mi mente formar parte de forma voluntaria. Y en el tercero de los casos, el que más directamente me afecta, el motivo es bien sencillo: si no creo en algo, no tengo porqué preocuparme de que mi nombre figure en una lista en su poder, no por lo menos hasta que por ello me afecte de forma negativa. Entonces la cosa cambiaría y tomaría cartas en el asunto.
Vale, cierto es que no se me ha pedido mi consentimiento para formar parte de ella, hay cosas en las que nuestros padre o tutores no deberían tener la capacidad de decidir, o simplemente habría que esperar a tener cierta edad para poder decidir. Pero esto, con la actual legislación sería punible: has sido dado de alta en algo sin dar el consentimiento, por lo tanto no habría que solicitar la apostasía, sino interponer la correspondiente demanda (vamos a dar ideas). Se que es algo que no tendría mucho éxito, ya que por desgracia la religión salpica muy alto, llegando al punto en el que un país que se considera aconfesional, la religión tiene tanto poder de decisión que muchos nos acojonamos.
Por lo menos, este es mi punto de vista, tan válido como el de cualquier otro, así que ahora no me vengáis con chorradas del tres al cuarto, porque os mando a freir espárragos pero ya 😉